lunes, junio 25

Diderot buscando en Google

Fausto Pretelin Muñoz de Cote escribió en El Universal el 23 de junio de 2007 lo siguiente (copio y pego cual tarea de primaria):

Entre la Ilustración y la época en la que vivimos existe un clic de distancia. Al pulsar el botón del ratón de la computadora el ciudadano se convierte en cibernauta y penetra al intangible terreno de la información. Pero la paradoja se presenta de manera inmediata. ¿A menor información mayor diversificación por los gustos científicos y artísticos (como sucedió durante la época de la Ilustración)? ¿Y a mayor información ocurre una mayor especialización, lo que significa, saber mucho sobre un sólo tema pero ignorar muchos (como sucede en México)?

Diderot, D´Alembert y Rousseau intentaron ordenar al mundo conforme a criterios únicamente racionales a través de la Enciclopedia. Fueron perseguidos. Diderot fue encarcelado por escribir un ensayo sobre la percepción del mundo que tienen las personas ciegas. "El hombre que carece de la vista se convierte en una metáfora para el empirismo radical, para el pensamiento racional, oscurecido paradójicamente por el deslumbrante mundo de la visión y el trabajo, engañosamente simple y escrito en tono de conversación", escribe Philipp Blom en su magnífico libro Encyclopédie, el triunfo de la razón en tiempos irracionales (editorial Anagrama). Hoy los enciclopedistas como Diderot y Rousseau se sorprenderían al utilizar Google (buscador) o Wikipedia (enciclopedia virtual). La velocidad y la densidad informativa serían, para ellos, producto de la ficción irracional y no de la artesanía intelectual. ¿Cómo concatenar el mundo real con el virtual?

Larry Page y Sergey Brin, fundadores de Google, o Chris de Wolfe y Tom Anderson, padres del invento My Space (la habitación virtual) o Bill Gates (Microsoft) y Steve Jobs (iPhone) son los Diderot y D´Alembert de nuestra época. Sabios en el mundo de los intangibles y visionarios de la comunicación. Así se les reconocerá dentro de 200 años. La comparación puede estar sesgada por la perplejidad. En efecto, Diderot escribió 2 mil artículos cuyos temas oscilaban entre las artesanías a la metafísica; de la filología a la botánica. D´Alembert escribió sobre matemáticas, geometría y astronomía, mientras que Rousseau comenzó a participar en el proyecto de la Enciclopedia escribiendo sobre música. El tiempo no era un factor de ansiedad. Hoy sí lo es. Aquella fue la época de las luces, hoy lo es del espectáculo.

En México, existen 22.7 millones de internautas (www.amipci.org.mx). Muchos de ellos se encuentran infectados por la ludopatía. Y es que algunas rutas de la tecnología conducen al despeñadero. Para los ludópatas internet es una especie de Disneylandia gratuita los 365 días del año; supermercado en el que se adquieren productos de última necesidad o primeros deseos; fiesta sexual sin necesidad de caminar por la Zona Rosa; televisión con millones de canales; radio con millones de frecuencias y la posibilidad de ser Diderot en Second Life, el único mundo donde no existen necesidades, sólo deseos.

México es un país de jóvenes que respiran oxígeno viejo. Situación lamentable porque muchos de ellos se convierten en decrépitas figuras juveniles. Es el legado de varias generaciones. Algunos miembros de los segmentos infantil y juvenil van a la escuela para poner en práctica lo que aprenden en el gran laboratorio de la corrupción cotidiana: los padres que sobornan a la policía; la policía que soborna a los primos; la película pirata que se adelanta dos meses al estreno en cines; el mercado de autopartes robadas; la política y los infomerciales de Carlos Auhmada; el chayote con el que se crea el mercado de la información discrecional; los delincuentes de sotana; la violencia silenciosa de los plantones; la demagogia que hipnotiza; el candidato que no sabe perder la elección; el espectáculo negro del narcotráfico; los sindicatos como outsourcing del "¡No pasarán!"; la propia escuela; los cuernos de chivo como fuentes de esteticismo del miedo; la involución como utopía.

Mientras que aún no se termina de diluir la espesa bruma que dejó un estudio de la UNESCO sobre la corrupción estudiantil, una anécdota pueril del Big Brother Australia se convierte en un asunto de seguridad nacional (¿de la Guerra de los Pasteles a la Guerra del Big Brother? Perderíamos. Los australianos tienen a Murdoch). Es la verdadera dimensión de nuestro país.

En México, de acuerdo con los resultados del Examen de la Calidad y el Logro Educativos (Excale), 63% de los estudiantes que concluyen la primaria presentan dificultades para escribir y 51% de los alumnos de secundaria se encuentra en un nivel básico de matemáticas. En cifras de la OCDE, sólo 225 de cada 10 mil habitantes llegan a la universidad. Muchos de ellos se gradúan en instituciones patito; reconocen a García Márquez como marca pero no como escritor; consideran a la televisión como fuente de verdad antes que de ficción de baja calidad y piensan que los libros "aburridos" son parte de una conjura de marcianos.

En México, 56.96% de la población (casi 58 millones) tiene menos de 30 años. Muchos de ellos se encuentran, voluntaria o involuntariamente atrapados en el fondo de un pozo generacional. Viven en la penumbra del conocimiento. Recurren a sus iconos referenciales para emular sus actos, es decir, son hablados. No poseen el deseo del conocimiento porque en ocasiones no tienen satisfechas sus necesidades fisiológicas.

Se trata del binomio bomba que subyace en México: corrupción y anemia educativa.

La tecnología empequeñece al mundo real y crea uno nuevo, el virtual. Bien utilizada, internet es una especie de cuerda con la que los jóvenes ascienden a zonas luminosas. Con ella, rompen el monopolio intangible de la información y prolongan los brazos del conocimiento. Luces al final del túnel. Aunque no necesariamente intensas.

Los jóvenes saben que para realizar el viaje hacia la libertad es necesario hacer muchas escalas en el estudio con objeto de recargar conocimientos. Aún así, muchos optan por hacer una especie de plantón en la penumbra del conocimiento.

pretelin@itam.mx

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