martes, julio 3

El futuro de la web es indecifrable

Así se tituló un artículo de Francis Pisani, de quien me estoy haciendo fan, aquí copi y pego ya que el diario REFORMA es medio fresón:

Pensándolo bien, Web 2.0 es apenas un microfenómeno que no nos deja ver la enormidad de los cambios en curso en materia de tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Lo que está pasando es tan complejo, tan radicalmente diferente de lo que hemos conocido hasta el momento, que los mejores especialistas no se sienten capaces de decir con un mínimo grado de precisión hacia dónde vamos.

Tal es la reflexión más clara que podemos sacar de la conferencia Supernova 2007, reunida en San Francisco del 20 al 22 de junio. Tiene el mérito de agregar a las tradicionales conversaciones sobre modelos de negocio y prometedoras start-ups, "provocaciones" que invitan a pensar sobre "lo que pasa cuando todo está conectado".

El tono ha sido dado por Nicholas Carr, analista conocido desde que puso en tela de juicio el interés de las inversiones en TIC para las empresas. Anuncia ahora que todo va a cambiar el día en que el poder de cálculo será tan fácil de acceso (o más) como la electricidad hoy: en la toma de corriente, en el picaporte, en cualquier objeto.

Afirma que si la fórmula "Web 2.0" fue buena para llamar la atención y acuciar a la innovación, los inversionistas se focalizan demasiado en la web y pierden de vista los productos y servicios que nos pueda traer una informática ubicua. Cuando los aparatos sean inteligentes y estén conectados, surgirán efectos dominó "que rebasan mi imaginación", dice en un correo electrónico a Dan Farber, vicepresidente de ZDnet.

El último libro de David Weinberger (co-autor del Cluetrain Manifesto) se llama "Everything is Miscelaneous" (Todo es Misceláneo), en referencia al hecho que en el mundo digital las cosas pueden aparecer en distintos lugares a la vez, a diferencia de los libros, que apenas pueden estar en un solo lugar en una biblioteca.

La ambigüedad es parte del sistema. El caos es una función y no un bug. ¿Alarmante? No tanto. En un artículo publicado en Release 2.0 antes de la conferencia, precisa que la ambigüedad es positiva en la medida en la cual, en el caso de la ley por ejemplo, deja lugar a la interpretación, a que se tomen en cuenta las circunstancias.

El crecimiento exponencial de la capacidad de tratamiento de la información contribuye a que nos cueste visualizar el futuro, explicó Nathan Myhrvold, ex responsable de tecnología de Microsoft.
"Hacemos hoy en 30 segundos cosas que hacíamos antes en un año. Cambia mucha cosas", manifestó. "Lo más probable es que la próxima oportunidad sea a la vez diferente y más grande que todas las anteriores".

La dificultad mayor, según Irving Wladawsky-Berger, de origen cubano y quien fuera estratega para la tecnología de IBM hasta el primero de junio pasado, proviene de la increíble complejidad del ecosistema informático de hoy. Pero los datos no son el problema.

Afirma que los procesos que involucran a la gente son mucho más complejos porque la gente es un dolor de hígado ("a pain in the ass"). No son predecibles. Cambian demasiado.
Concebir sistemas que tomen en cuenta los humanos consumirá todos los recursos informáticos que se pueda poner, dice Wladawsky-Berger, pero es la definición de la transición de la economía industrial a la economía de la información.

El problema, explicó durante una conversación de pasillo, es que no se puede automatizar lo que es intrínsecamente impredecible. Lo más que se puede hacer es ayudar con herramientas tipo motores de búsqueda.

Primera en hablar, Denise Caruso traía, sin embargo, una reflexión tan esencial que hubiera sido preferible escucharla al final. Toda innovación comporta riesgos por las consecuencias inesperadas que trae, explica. ¿Quién pensó, por ejemplo, en las amenazas a la privacidad que conlleva el desarrollo de la internet?

Para Caruso, autora de "Intervention", un libro sobre los riesgos en genética y biotecnología, la solución consiste en discutir ampliamente con todos los que tienen algo que ver.
"Si queremos vencer al riesgo", dice, "tenemos que organizar conversaciones".

Hace falta preguntar a todos y con tiempo cuáles son los problemas que más les preocupa y/o les importa y decidir juntos del curso más adecuado.

¿Por qué no se hace?, se pregunta Caruso. Entran en juego el miedo de abandonar cuotas de poder o ventajas en el mercado, los costos adicionales, o el hecho que implica indicar en qué dirección se está trabajando.

Y cuidado con la tendencia al organizar esas conversaciones con herramientas como las que encontramos hoy en la web. Apenas facilitan el encuentro entre gente similar. Es más, agregó Clay Shirky, profesor de la New York University, en un grupo de ese tipo si todos están de acuerdo, podrían estar corriendo el riesgo de no tomar el riesgo de manera suficientemente seria.
Si el conflicto nos caracteriza, siempre resulta ilusorio y hasta peligroso evacuarlo.

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